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19.5.17

La agenda importada y la nuestra

Más que noticias son mazazos. El policía que mató a su ex pareja delante de los hijos de ambos y luego los llevó a tomar un helado. El director técnico de baby fútbol que abusaba de un niño a la vez que fungía como padre, e iba incluso a las reuniones en la escuela, y cuando temió que eso ya no pudiera seguir sucediendo, lo asesinó y se mató. El policía -otra vez un policía- que disparó su arma de fuego contra sus propias hijas con el fin de matarlas y arruinarle la vida a la madre. El ex preso que, drogado, mató a su hermana golpéandola con un palo de amasar mientras dormía, porque recordó como ella golpeaba a su madre.
Estas noticias recientes son algunas de las más brutales de una enorme cantidad de episodios de violencia familiar, doméstica, una ola cotidiana que incluye un cantidad espeluznante de casos de abuso sexual infantil y una cifra intolerable de muertes, sobre todo de mujeres. (Aunque quien se tome el trabajo de leer los partes policiales verá que también hay agresiones femeninas, menos violentas, generalmente no mortales, menores en cantidad pero aun así significativas).  
El esfuerzo de la sociedad para combatir estos males se centra en dos campos: la reforma del idioma y la lucha contra "el patriarcado".
La lucha idiomática se inició hace ya diez años. Las mujeres comenzaron a acceder con más regularidad a cargos que antes se les negaban. Entonces si una mujer llegaba a dirigir un ministerio era justo que se la llamara "la ministra" y no "el ministro" o "la ministro".
Pero pronto se pasó a boicotear palabras como edil o presidente, que se usaban para ambos sexos sin ningún sesgo machista: el edil y la edil, el presidente y la presidente.
Nunca hubo edilos ni presidentos.
De ahí se pasó al ridículo en el que han caído políticos, académicos y burócratas usando palabras como rehenas, oficialas y estudiantas.
Oficialas. Lenguaje políticamente correcto
¿Qué efecto concreto ha tenido toda esta batalla campal contra el castellano? Ninguno concreto conocido, más allá de llenarle el bolsillo a algunos que curran con los cursos de "lenguaje inclusivo".
El juez Gabriel Ohanian lo dijo bien claro en la edición del 12 de mayo del semanario Brecha, entrevistado por Venancio Acosta y Betania Núñez y hablando de las "burocratización" de los derechos humanos:
"Lo que veo es la burocratización y la exacerbación del gesto, de la palabra políticamente correcta, de la irritabilidad cuando se tocan determinados temas, pero en mi muy humilde concepto, eso es pura hipocresía. Las transformaciones no pasan porque alguien diga 'todos y todas' o 'afrodescendiente', pasa por lograr la equidad total. Como llegar a eso es más complejo, entonces nos conformamos con el mundo de la palabra, que suena más lindo pero no cambia nada".
No tengo nada para agregar.
El otro gran frente de batalla es "el patriarcado". Sin embargo, hoy en nuestra sociedad -por suerte- no hay leyes que establezcan un predominio de los hombres por sobre las mujeres.
Sí hay machismo: hombres machistas y algunas mujeres también, en distintos grados.
Sin embargo, ¿alguien cree que quien mata a su ex mujer delante de los hijos de ambos, o quien emprende a balazos contra su propia hijas lo hace porque es machista o principalmente guiado por su machismo?
¿No será que el problema principal o los problemas principales son otros?
Como Ohanian, no tengo la respuesta.
Sin embargo, después de una década de "todos y todas", quizás sea hora de preguntarle si el foco está bien puesto.
La juez letrada de Artigas, Betina Duter, entrevistada el 7 de mayo por el periodista Pablo Melgar en el diario El País, marcó uno de los principales problemas que observa en su tarea diaria en aquel departamento: "la dificultad en el acceso de mecanismos de salud mental".
Esa situación se repite en todo el país, pero casi nada se dice al respecto.
¿No tendrían un evidente problema de salud mental los dos policías de los casos narrados? ¿No tendría un evidente problema de salud mental el director técnico de baby fútbol? ¿Y el ex preso que mató a su hermana? ¿La sociedad uruguaya hoy está capacitada para detectar y tratar a tiempo estos problemas? ¿Se está trabajando para ello?
Hablando de salud mental, Uruguay también tuvo en 2015 una de las tasas más altas de suicidios de toda América Latina.
Mientras tanto, el Ministerio de Salud Pública ni siquiera tiene un director de salud mental, el cargo está vacante. Y a los policías acusados de actos de violencia doméstica se los lleva, como castigo, a trabajar a las cárceles: algo así como apagar un incendio con nafta.
Hay una agenda que viene de las ONGs del primer mundo, que ponen dinero para machacar en los temas que a ellos les interesa.
Después están nuestros problemas reales.
Abuso sexual infantil.
Alcoholismo.
Adicciones.
Salud mental.
Quizás sería hora de mirar hacia allí.

4.5.16

"Terroristas lucrativos"

Los escritores, músicos y autores en general se mantienen (o tratan de hacerlo) con el derecho de autor.
¿Cómo se mantiene Creative Commons, bienintencionada ONG progresista, principal impulsora de la ley que quiere autorizar a cualquiera a copiar cualquier obra por cualquier motivo?
No es difícil saberlo. Ellos mismos lo cuentan en su web. Los principales sostenes económicos de Creative Commons son la crema de la crema del capitalismo mundial: la Fundación Arcadia (Jacob Rothschild integra su consejo asesor), la Fundación Ford, la fundación de uno de los creadores de Google (Brin Wojcicki) y la propia Google.
En el debate mediático de la ley que pretende permitir cualquier copia (no solo con fines educativos), el diputado comunista suplente Gerardo Núñez usó la expresión "terrorismo lucrativo".
¿La usó para referirse a la alianza financiada por Rothschild/Ford/Google?
No. La usó para referirse a los que defienden el salario de los autores.
Si el siglo XX fue cambalache, ¿qué palabra podría definir al siglo XXI?

derecho de autor

8.2.16

Lo que no se dice del "ajuste de cuentas"

Hace dos noches, frente a la pizzería más concurrida de Solymar, una adolescente murió aplastada por una camioneta fuera de control, porque su conductor, lo mismo que su esposa, acababa de morir acribillado a balazos disparados desde otro automóvil en marcha.
La chica tenía 16 años y estaba esperando a sus amigas para ir a un baile, según dijo la prensa.
La persecución del auto desde el cual se disparaban armas automáticas contra la camioneta que finalmente terminó matando a la adolescente se prolongó a lo largo de casi un kilómetro, por la súper transitada y comercial avenida Giannattasio. Que no muriera más gente fue una mera casualidad.
Tras la tragedia, en forma casi inmediata, se conocieron declaraciones de Johnny Diego, subjefe de Policía de Canelones, quien declaró a El País "que los primeros indicios muestran que puede tratarse de 'un ajuste de cuentas' por narcotráfico".
Es probable que así haya sido, ya que el hombre acribillado tenía antecedentes judiciales por esa causa. De todos modos, eso no le quita magnitud a la tragedia.
No conozco el tono en que el subjefe Diego se refirió al "ajuste de cuentas". Pero en muchas otras ocasiones he escuchado a otros funcionarios hablar de los asesinatos por "ajustes de cuentas" como si se tratara de un atenuante, como si por ello fueran menos graves y no del todo malos: los criminales se matan entre ellos.
La idea fue resumida a la perfección en 2014 por el subsecretario del Ministerio del Interior, Jorge Vázquez: “La mayoría de los uruguayos, si no están en el mundo del narcotráfico, del crimen organizado, o tienen un problema familiar grave, es muy probable o casi seguro que no sean víctimas de homicidio”.
armas drogas ajuste de cuentas
Armas, drogas y dinero encontrados por la policía en un auto
en Maldonado. Foto: Unicom
Una sentencia que, una vez más, no se cumplió en el caso de la adolescente de 16 años muerta en la avenida Giannattasio.
El error de todos los que esgrimen la teoría del atenuante por "ajuste de cuentas" es no ver que, lejos de ser tranquilizante que las mafias de narcotraficantes pululen y anden a los balazos por la ciudad, es un signo de que algo está muy mal y pronto quizás esté mucho peor.
Basta conocer un poco lo que pasa en otros lugares del mundo.
Con el auge de las mafias del narco no solo se multiplican los "ajustes de cuentas" y los homicidios de criminales por parte de criminales. También se multiplica el uso de la violencia desatada y sin límites, que lleva a atentados salvajes como el que costó la vida a la chica de la avenida Giannattasio. Crece el número de sicarios. Aumenta el poder de fuego de las armas que se emplean. El narco quizás no quiera matarte, pero no tendrá problemas en abrir fuego con una ametralladora en una avenida o en la puerta de un baile.
Pero eso no es lo más grave. Lo peor, y hay que ser muy frívolo o desinformado para no asumirlo, es que el narcotráfico tiene la capacidad de corromper a todas las instituciones de la sociedad, incluyendo gobierno, sistema judicial y policía. Y cuando eso ocurre, el costo en vidas suele ser gigante. Para empezar, porque los que no aceptan la ley de la mafia son asesinados, no importa si es un humilde trabajador, el director de un diario o un juez.
La versión buenita del narco que difunden los funcionarios uruguayos -delincuentes que solo matan delincuentes- no se comparece con la experiencia mundial.
En México la actividad de las bandas narcotraficantes y la guerra en su contra ha costado entre 60.000 y 165.000 personas muertas entre 2007 y 2014, según quien haga la cuenta. Hay más de 26.000 personas desaparecidas por causas relacionadas con el narco. El país se transformó en el peor y más peligroso lugar para ser periodista, solo superado por Siria.
Ese es el verdadero mundo detrás de los "ajustes de cuentas".
No logro entender: ¿de qué son atenuantes?

9.9.15

Información, información, información

Soy periodista y, a pesar de todos sus problemas y defectos, creo en el periodismo. Creo que la información, cuando circula amplia y libre, ayuda a que la gente tome decisiones más acertadas y así mejora la sociedad. Y que cuánta más información hay disponible, más posibilidades hay de que los problemas se solucionen.
Pero hay mucha gente que no piensa así. A veces están impulsados por motivos mezquinos: ellos manejan información, la aprovechan y no quieren que otros gocen del mismo privilegio. Otros, en cambio, rechazan la circulación de información por motivos altruistas: quieren hacer el bien sin interferencias, y nos ven a los periodistas como un estorbo.
En este último apartado están algunos de los que se dedican en el mundo a recibir refugiados.
Defensores a ultranza de la "privacidad" de los emigrantes, nos ven a los periodistas como una molestia.
Viene a mi mente una ONG que trabaja con refugiados. En las décadas que llevo trabajando en este oficio no recuerdo ningún otro lugar donde me hayan hecho sentir tan indeseable. Te dicen que no te dirán nada incluso antes de que hayas preguntado algo. Ese es su dogma. Para ellos, el trabajo de un periodista que quiera ir más allá de sus comunicados de prensa es malo por definición. Ponemos en riesgo la privacidad de los refugiados.
Seguramente -no lo dudo- tienen muchos ejemplos de mal periodismo que respaldan su convicción.
Hace unos meses comencé a interiorizarme de cómo marchaba la situación de los sirios que el gobierno a instancias del entonces presidente José Mujica trajo a Uruguay. Hablé con varios de ellos y me contaron muchas cosas. Tenían ilusiones y quejas, alegrías y angustias, situaciones que los hacían felices y otras que no comprendían.
Pensé que contar todo eso sería bueno.
Por ejemplo, la mayoría de ellos trabajaba. Los uruguayos, sin embargo y quizás por asociación con los refugiados de Guantánamo, creía y cree que no.
Algunos, por ejemplo, estaban llevando adelante emprendimientos muy empeñosos, pero de un modo precario. La publicidad los hubiera acercado a gente que podría haberlos ayudado a mejorar.
Y así con otras situaciones que un poco de información hubiera ventilado y descomprimido.
Lamentablemente, ninguno de ellos aceptó hablar en público y contar su caso.
Tenían miedo, desconfianza.
Pregunté por qué y algunos se quejaron de que ciertos periodistas habían publicado informaciones falsas sobre ellos. Otros me dijeron que les habían pedido que no hablaran con la prensa.
¿Quién?
No sé.
Intenté sacar adelante una nota contando la marcha de uno de esos empredimientos empeñosos y precarios, en base a testimonios de uruguayos que lo conocían. Tampoco fue posible. Encontré gente deseosa de contar. Pero cuando pidieron permiso para hablar (en Uruguay siempre hay que pedir permiso para hablar) se lo negaron.
Hoy la situación que yo quise contar ya no existe.
Los emprendimientos laboriosos se han caído.
Las molestias se han agrandado.
La frustración ha crecido.
La falta de comunicación y el silencio informativo hicieron su trágica obra: para un público ignorante de todos los hechos, detalles y circunstancias, gente que creía que todo marchaba color de rosas, el tema apareció de golpe y con la magnitud de una bomba: "¡Los sirios están acampando frente a la Presidencia!". "¡Dicen que quieren irse!". "¡Qué gente desagradecida!"
Esas son las noticias en cuanto a la marcha de su inserción en Uruguay.
En cuanto a la defensa de la Privacidad, la cosa está así: la gente pasa por la plaza Independencia y les saca fotos. Algunos insultan y les gritan: "vayan a laburar". Llueve y los sirios están durmiendo a la intemperie, en la calle, a la vista de todos.
Malos periodistas hay muchos, como también hay malos médicos.
Pero combatir la información es como combatir la medicina.
Sabelo.

Sirios Uruguay

Sirios Uruguay



7.5.15

¡Déjenme ser periodisto!

Tengo que admitirlo. Les pido que por favor no me tomen a mal. Al principio me costó un poco acostumbrarme a las nuevas palabras: presidenta, edila, concejala.
Le confesé mis resquemores a una amiga feminista. Le dije: antes teníamos ediles, una bella palabra unisex. Había ediles hombres y ediles mujeres. ¿Por qué ahora tenemos que decir "edilas"? ¿Tendremos también "edilos"?
Pero mi amiga, que es una mujer sabia, me explicó, con mucha paciencia:
Miembros y miembras
Miembros y miembras
"Antes, Leonardo, había muy pocas mujeres en la política. Las mujeres no ocupaban ciertos puestos. Pero a medida que comenzaron a haber mujeres en esos cargos, el lenguaje también evolucionó. Por eso ahora hay presidentas y edilas".
Luego me contó una historia como ejemplo.
"Yo voy dos veces por semana a un grupo feminista, donde durante años solo iban mujeres. Pero el mes pasado comenzó a concurrir un varón. Y la presidenta del grupo propuso crear una categoría nueva: el socio feministo. ¡El lenguaje se va adaptando a las nuevas realidades!".
Es maravilloso.
Lo he pensado mucho y mi amiga tiene razón.
Hay muchos ejemplos que la apoyan.
El ciclismo, por ejemplo, fue un deporte que en sus comienzos solo lo practicaban las mujeres. Bellas y rudas damas, de polleras tableadas, que desafiaban las rutas de la patria en sus coloridas bicicletas: por eso se dice "ciclistas" y no "ciclistos".
Lo mismo ocurre con el fútbol, deporte femenino por antonomasia, con vestuarios rebosantes de aroma a Chanel Nº5, un juego de "futbolistas".
Y esto no solo ocurrió en los deportes, sino en todo tipo de lugares donde las mujeres fueron y hasta hoy son amplia mayoría: los consultorios dentales ("dentistas"), los viajes espaciales ("astronautas") y las redacciones de prensa ("periodistas").
Claro que ahora las cosas han empezado a cambiar, paso a paso. Y así como en el club feminista de mi amiga se admitió un socio feministo, pienso que, en este momento, cuando los hombres hemos comenzado tímidamente a ganar espacios en el ciclismo, el fútbol, los consultorios dentales, los cohetes al espacio y las salas de prensa, habría que ir pensando en la posibilidad de habilitar el uso de nuevas palabras: ciclisto, futbolisto, dentisto, astronauto y periodisto.
Comprenderán que esta última es importante para mí.
Soy progresisto.
Apoyo la evolución del lenguaje inclusivo y la lengua inclusiva.
¡Estoy con las edilas, las concejalas y las miembras!
Por favor, déjenme ser periodisto.

17.11.14

Las brujas están cazando

En una de sus memorables contratapas del semanario Jaque, Maneco Flores Mora escribió en forma premonitoria en 1984:

"Siempre me he opuesto a la caza de brujas. Siento ahora que viene el tiempo en que (...) tendremos que oponernos también a que las brujas salgan a cazar. Están cazando".


Flores Mora Jaque contratapas
Lo recordé al leer que el Instituto del Niño y del Adolescente del Uruguay (INAU) sancionó con una multa de 32.650 pesos a un modesto periódico del interior del país, el semanario El Municipio, de Carmelo.
Para un medio de prensa pequeño, como necesariamente lo es uno de una ciudad de apenas 20.000 habitantes, una multa de esa envergadura puede ser la partida de defunción. Para un pueblo, el cierre de un medio de prensa siempre es una tragedia. No le preocupó ni una cosa ni la otra al INAU. Uno presume que la falta cometida por El Municipio debe haber sido muy grave.
¿Qué hizo el periódico? Atendió a una vecina que llegó a su redacción desesperada. Pedía que por favor alguien la ayudara a mantener a su familia. Contó: "Mi hija de 16 años salió hace dos años del INAU, donde estuvo internada porque el padre la violó. El varón de 17 años está medicado, porque a causa de los golpes que le daba el padre quedó muy violento". Agregó: "Tengo dos nenas más: una de ocho años y otra de diez. También tengo conmigo una hija de 20 años… y mi nietita de un año. La verdad es que yo no puedo salir a trabajar porque a los chicos de 16 y 17 años, son dos personas que yo tengo que tener controladas". Relató cuáles son sus ingresos y sus angustias: "Recibo 1.300 pesos de tarjeta y 2.300 pesos de asignación, con eso tengo que vivir todo el mes (...) Necesito comestibles, pañales para mi nieta, que es lo más caro. Pido eso hasta que los chicos que tengo con problemas puedan salir un poco adelante y yo pueda conseguir un trabajo (...) Necesito ayuda, lo mínimo para mí es mucho".
Para el INAU, como la mujer dio su nombre verdadero y su dirección, y como El Municipio los publicó, se violaron dos artículos del Código de la Niñez y Adolescencia que resguardan el derecho a la privacidad: "Todo niño y adolescente tiene derecho a que se respete la privacidad de su vida, no se utilice su imagen en forma lesiva, ni se publique ninguna información que lo perjudique".
El caso es muy discutible y no queda claro que el medio de prensa haya incumplido la normativa, porque nunca publicó los nombres de los chicos, ni sus fotos. Y la información que sí publicó fue dada por su propia madre, en un intento de la que sociedad conozca su tragedia y pueda ayudarla. Dio su nombre y su dirección para que le lleven comida y pañales, porque vive en la miseria.
De aquí en más, gracias al precedente sentado por la burocracia del INAU, la próxima vez que alguien en Carmelo o en otro pueblo necesite ayuda para sus hijos, ningún medio publicará su caso. Y nadie ayudará.
Maravillas de la corrección política.
La sanción a El Municipio, además, tiene como efecto secundario el ayudar a esconder la miseria que, a pesar de los loables éxitos obtenidos por los gobiernos del Frente Amplio en reducir la pobreza, todavía abunda en el Uruguay de hoy, a pesar de algunos intentos por negarla.
Resultado final: los hijos de la señora fueron golpeados, violados y no tienen lo que comer pero, eso sí, su derecho a no ser estigmatizados está celosamente custodiado por el Estado.
¿Hay que salir a festejar?
No es un caso aislado, lamentablemente.
La doctora Adriana Grisoli, responsable de la policlínica del barrio Casavalle de Montevideo, donde trabajaba desde hacía 30 años, dijo al diario El Observador en 2012: "es común que los niños sean violados permanentemente". Agregó que la violación "ya se ve como algo aceptado en una zona donde la mitad de los niños no va a la escuela y los que van es para almorzar y merendar".
El propio director del INAU, Jorge Ferrando, dijo días atrás que en 2014 se alcanzó un récord de denuncias de casos de abuso sexual a menores. Lo expresó de un modo muy curioso, como si fuera un éxito: "Se ha ido logrando que haya cada año más denuncias", le dijo a a radio Montecarlo.
Supongo que ve como un logro que la gente denuncie, lo que está bien. Pero uno tiene derecho a preguntarse: ¿no será que las denuncias aumentan porque también aumentan los casos?
En todo caso, el INAU no solo no logra solucionar este gravísimo problema del Uruguay, sino que también forma parte de él, ya que muchos de los abusos contra los menores, incluyendo tortura, han ocurrido dentro sus dependencias. Hay gente procesada por la Justicia por ello. En ese contexto, es casi risible que el INAU sancione a un pequeño semanario del interior por el pecado de darle voz a una madre desesperada.
La misma alteración de la realidad se ha visto a raíz del asesinato de la niña Yamila Rodríguez, de 15 años, en Maldonado. Ese también fue otro caso de abuso sexual infantil, porque su cuñado la violó y luego la mató para evitar ser denunciado.
Es cierto que algunos medios de prensa hicieron una cobertura espantosa, difundiendo rumores infundados y aspectos de la vida privada de Yamila. Muchos periodistas olvidan que, cuando cubren casos policiales, el muerto no está para defenderse de las versiones que recogen por ahí.
Organizaciones feministas, el sindicato de la prensa, voceros políticos y periodistas políticamente correctos pusieron el grito en el cielo por esas crónicas equivocadas, injustas e indefendibles.
Pero tanto criticaron la cobertura de los medios que -queriéndolo o no- ayudaron a soslayar los problemas de fondo, más importantes: la miseria del barrio Kennedy, el interminable ciclo de abuso sexual infantil, la demora de la policía en tomarse en serio la denuncia de una familia pobre y, sobre todo, la saga de homicidios que padecemos sin que se le mueva un pelo a nadie. Otro más.
Si uno lee las redes sociales uruguayas parecería que lo peor que le pasó a Yamila fue lo que la televisión y alguna prensa dijeron sobre ella.
Pero no.
Es mentira.
Lo peor que le pasó a Yamila fue que, después de violarla, la asesinaron.

21.2.14

"La verdad resplandece y resplandecerá"

El 20 de agosto de 1968 tropas soviéticas ingresaron a Checoslovaquia con el fin de terminar con el socialismo democrático y "de rostro humano" que intentaba florecer en la "Primavera de Praga". El Pacto de Varsovia, controlado por la URSS, envió a ese pequeño país 600.000 soldados, 6.300 tanques, 500 aviones de combate y 2.000 cañones y lanzamisiles para aplastar el movimiento democratizador. Checoslovaquia tenía apenas 150.000 soldados. Por orden de su dirigencia política, no opusieron resistencia a los invasores.
La gente, en especial los jóvenes estudiantes, sí resistieron en la calle. El primer día de la ocupación murieron 58 checoslovacos, incluida una niña de ocho años.


El mayor número de muertos y heridos se registró el 21 de agosto de 1968, ante el edificio de la Radiodifusión Checoslovaca. Los habitantes de Praga intentaron defender la radio estatal. Tres cayeron bajo el fuego de los soldados soviéticos, 12 murieron al explotar un carro de municiones de los invasores y dos al saltar por la ventana de una casa incendiada durante el enfrentamiento.
Ese mismo día El Popular, el diario del Partido Comunista del Uruguay, informaba a sus lectores:
"A pedido de la mayoría del Presidium del Comité Central del Partido Comunista de Checoslovaquia y del gobierno checoslovaco, han entrado a dicho país tropas del Tratado de Varsovia, pertenecientes a la URSS, Polonia, Bulgaria y Hungría, para salvar las conquistas socialistas del pueblo checoslovaco y la paz mundial gravemente amenazada por los planes del imperialismo yanqui y de los nazis revisionistas de Bonn que querían transformar a Checoslovaquia en una base imperialista.
Se trata de hechos dolorosos pero que resultan imperativamente insoslayables. Los servicios informativos yanquis y sus peleles de la 'gran prensa' en el Uruguay han lanzado una campaña calumniosa para tergiversar el sentido de los acontecimientos".
Tres días después, el 24 de agosto, El Popular publicó un editorial sobre lo que estaba ocurriendo en Checoslovaquia:
"Otra vez más los comunistas uruguayos, enfrentando la grita de los agentes del imperialismo, al apoyar la acción de los países del Pacto de Varsovia, somos fieles a los principios, sin ceder al chantaje de la gran burguesía internacional (...) La decisión de la URSS y los otros estados socialistas es justa porque se ha hecho para frustrar el golpe reaccionario (...) Algunos de estos dirigentes han llegado a decir que en Checoslovaquia se iba a nuevo socialismo, a un 'socialismo democrático'. Pero bien se sabe que cualquier régimen socialista es un millón de veces más democrático que un régimen burgués; que entre uno y otro hay diferencias radicales de principio (...) Aquí se trata de la ayuda al pueblo checoslovaco para derrotar a la contrarrevolución. También hubo que hacerlo en Hungría en 1956 y si no se hubiera hecho hoy habría un estado burgués reaccionario.
Pero la verdad resplandece y resplandecerá. El socialismo en Checoslovaquia será salvado, para bien de toda la humanidad progresista".

Mucha gente joven ni siquiera oyó hablar de Hungría 1956 y Checoslovaquia 1968, pero quizás les suenen las palabras.
La historia se repite, dijo Marx. La primera vez como tragedia, la segunda como farsa.

Primavera de Praga


4.11.13

"En términos de la cultura: ¿qué importa si uno de mis 32 choznos fue charrúa?"

"Ser indio en el Uruguay". Ese era el título de una mesa redonda en la Facultad de Humanidades, en el marco de las Primeras Jornadas "Pueblos Originarios: nuevas miradas y debates en torno al pasado indígena". Fue en octubre de 2011. Para dar una idea del tenor de la actividad, una de las ponencias que presentaron ese día se titulaba: "Mujeres Charrúas rearmando el gran quillapí de la memoria".
Fue la última vez que vi al profesor Renzo Pi Hugarte. La sala donde se desarrollaron las conferencias era un aula común y corriente, no muy grande, totalmente repleta de gente. El público era "charruísta". Muchos estaban vestidos de indios: llevaban coloridas prendas del Altiplano, vinchas, camisetas estampadas con el rostro de caciques siux o piel roja.
Entre los expositores estaban los dos maestros de la antropología en Uruguay: Pi y Daniel Vidart.
Ya lo conté en una entrada anterior: Pi habló sentado en una mesita frente a todo aquel auditorio. Todo lo que dijo era todo lo que aquella gente no quería oír. Les dijo que no por vestirse de indios revivirían a la desaparecida etnia. Y que no alcanzaba con proclamarse "indio en el Uruguay" para serlo. Luego Vidart lo reafirmó a su turno con una conferencia titulada como una piña en el estómago: "No hay indios en el Uruguay contemporáneo".
Vuelvo sobre este tema porque, mientras buscaba otra cosa, encontré la grabación de aquella intervención de Pi, que creía haber perdido.
Vale la pena transcribirla. Es un ejercicio de honestidad intelectual y coraje totalmente fuera de lo común para un país que tiene demasiados intelectuales campeones de lo políticamente correcto, especialistas en cosechar aplausos de la tribuna, acomodaticios a más no poder.
La ponencia de Vidart de aquel día, de idéntica valentía, puede leerse aquí. La de Pi, que falleció el 15 de agosto de 2012, no estaba disponible hasta hoy. La reproduzco hoy aquí, gracias a la grabación encontrada.
Dijo Pi Hugarte:

"Lo que yo puedo decir todos ustedes lo saben porque lo he dicho muchas veces y lo he escrito. No siempre ha caído bien, sobre todo a aquellos que se sienten indígenas por una cuestión de corazón.
Lo que un individuo es desde el punto de vista étnico no depende exclusivamente de lo que él pueda decir que es, o creer que es. Depende también de cómo lo ven los otros. Porque sin estas dos cosas, no hay identificación étnica.
Yo he vivido tantos años en Ecuador y soy ciudadano ecuatoriano inclusive. Es un país multiétnico, multicultural, algo que la nueva Constitución ahora reconoce. Yo recuerdo una discusión que tenía con mis amigos en ese país, que me decían "somos todos ecuatorianos". Sí, es cierto, hasta yo que no nací aquí soy ecuatoriano, les respondía, pero hay salasacas, hay saraguros, hay cofanes, hay achuar. Sí, son todos ecuatorianos, pero no como ustedes, autodefinidamente blancos de clase media, universitaria. Es otra cosa.
indios uruguay Pi HugarteYo me enfrentaba con un saraguro o un salasaca y tanto yo como él sabíamos que era un saraguro o un salasaca. Porque tienen su lengua, sus tradiciones y hasta su manera de vestir distinta.
El asunto de la naturaleza étnica es una cuestión cultural. No interesa para nada en el orden de la cultura los genes que uno pueda tener, los genes no determinan nada. Esto puede ser incluso una carga lamentable del siglo XIX, cuando se pensaba que la cultura era una consecuencia de la raza, lo que llenó los museos europeos de colecciones de cráneos del mundo, porque se pensaba que dada la forma del cráneo se iba a poder determinar el tipo de cultura que esos individuos habrían generado. Hoy hemos dejado de lado todo eso, entre otras cosas porque el concepto de raza ha sido completamente devaluado científicamente y en términos de cultura nada significa.
Los países europeos ahora están sufriendo, por la gran inmigración que están teniendo, un proceso similar al que sufrieron algunos otros lugares del mundo, entre otros el Río la Plata, donde confluyeron individuos de todas partes. Realmente de todas partes y de culturas y aspectos físicos muy diversos.
Los del aspecto físico creo que es una cuestión muy menor. Siempre recuerdo a los que fueron los hermanos que no tuve en mi infancia y adolescencia ya lejanas, los García Gómez, que eran hijos de un exiliado republicano español y de la lavandera del pueblo, él perfectamente blanco y rubio y ella una mulata oscura. Los hijos de los mismos padres pueden salir con tintes diversos. Entre estos queridos amigos míos -que yo he tenido no sé si la suerte de vivir más que ellos-, la mayor, la Ñata, si uno le preguntaba qué era racialmente, ella respondía que era blanca, a pesar de que era la más oscura de los hermanos. Claro, se llamaba Blanca de nombre, porque su madre había querido "blanquearla" de esa manera. (Y ella se "blanqueó" después casándose con un italiano y tuvo hijos rubios). En cambio el hermano que era de mi edad, el más amigo mío, Fernando, era blanco como yo de piel, pero con la nariz platirrina y con motitas. Y si uno le preguntaba: Miope, ¿qué sos vos racialmente?, él decía: negro.
Entonces, la apreciación subjetiva puede ser muy variada y no da lugar a una certeza. No es por ese lado que vamos a llegar a nada. No es por ese lado. Por eso me llaman la atención algunas cosas que están en el programa de estas jornadas. Para que haya un grupo étnico tiene que haber un grupo. No tiene que haber un individuo aislado, que tenga un lejano antepasado cuya comprobación puede ser en gran medida mítica porque se basa en conversaciones de fogón y de cocina. En tanto que se borran los otros (antepasados), que sí tienen una historia concreta, un nombre concreto y una historia que se puede reconstruir perfectamente.
Todos tenemos dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, 16 tatarabuelos, 32 choznos. ¿Qué importa que yo haya tenido un chozno, uno de esos 32 que haya sido charrúa o minuán?  ¿Importa algo en los términos de la cultura? Ni siquiera importa lo más cercano. Yo tuve un abuelo catalán. ¿Qué tengo de catalán?  ¡Nada! Absolutamente nada. Y en esto desafío a cualquiera de ustedes que vaya a Cataluña, como a mí me pasó: fui a Cataluña y sentí que lo único que tenía era un apellido que me identificaba como tal:  no hablo la lengua, ni tengo la visión, ni los sentimientos ni las apreciaciones que un catalán crecido en Cataluña puede tener. Entonces yo insisto como he insistido siempre en el hecho de la cultura.
Suecia recogió gente perseguida de todo el mundo. No sólo había uruguayos en Suecia. Había malayos, indonesios, que físicamente son muy distintos a los suecos pero cuyos hijos aprendieron a hablar esa lengua, es la vida que han hecho. Si volvieran a Camboya o al lugar de donde salieron sus padres o sus abuelos, se sentirían totalmente perdidos, totalmente ajenos porque lo propio de ellos es el mundo y la cultura sueca que absorbieron.
Recuerdo que una guía en Versalles era descendiente de vietnamitas, con todo el aspecto físico oriental: el pelo negro chuzo, los ojos almendrados, el color atezado, la baja estatura. Y ella hablaba de la época de Luis XIV, del Rey Sol, de la época en que se había construido el palacio que se visitaba y hablaba de "nosotros".  Eso para ella era "nosotros": ella se identificaba con esa historia porque, claro, había crecido ahí. De vietnamita no tenía más que el aspecto y esto en términos de la cultura no importa absolutamente nada.
Esto yo lo he dicho muchas veces. Ha generado malestar en muchos. Recuerdo un charlista qué bombardeaba al rector de la época con notas descomunales. Una llegó a tener 45 páginas exigiéndole al rector de entonces -que era Brovetto- que me licenciara porque yo hablaba mal de los charrúas. ¡Y éste que decía eso era un criollo falsificado, un gringo chacarero de afuera recién llegado! ¡Qué me venía con cosas! Pero no, él se consideraba charrúa. Se creía charrúa no sé por qué razón, por qué historias de fogón y cocina de alguna lejana abuela. Tenía un apellido que lo identificaba perfectamente como lucano, el apellido es el nombre de un pueblo que está cerca de Potenza, y puedo hablar con todo conocimiento del hecho porque estuve allí, un pueblito bastante lindo que tiene una iglesia del siglo XIII que vale la pena verla. Si me hubiera dicho que era descendiente de italianos y qué entre sus dieciséis bisabuelos había una que era indígena, era un dato curioso y nada más. En todo lo demás, física y culturalmente, no tenía nada que ver. La última vez que lo vi se había pintado el pelo todo de rojo. No de un rojo natural, sino de un rojo forzado. Me quedé pensando si no sería una antigua cultura de guerra.
Insisto: la identificación étnica del individuo no depende sólo del individuo que dice ser esto o lo otro. depende también de cómo lo ven los otros.
Ahora, ¿qué diablos es una etnia? En la tradición cultural francesa se considera que lo definitorio de la etnia es la lengua. En la tradición intelectual alemana lo definitorio es la historia y la tradición. Ambas posiciones no son desde luego contradictorias. Es más, uno podría decir que si no se dan las dos cosas no tenemos una etnia.
Hay algo que los europeos del siglo XIX no pudieron ni siquiera sospechar. Acá en el Río de la Plata nuestra etnia es la rioplatense. Cuando yo me encontraba con mi amigo el Miope, hijo de un español y la mulata lavandera del pueblo, teníamos la misma etnia, no teníamos la misma raza tal vez. Cuando me encuentro con mi amigo Olivera Chirimini me pasa lo mismo, o con Romero Rodríguez: no tenemos la misma raza, ellos tienen un mestizaje africano. Pero sí tenemos la misma etnia: hablamos la misma lengua y tenemos las mismas tradiciones rioplatenses, nos gustan las mismas cosas: el candombe, el tango, tenemos ciertos principios éticos que se llevan nuestra conducta en la acción. Esto es lo que los europeos del siglo XIX no pudieron imaginar: se puede ser de razas distintas -si es que validamos el concepto de raza- y de etnia idéntica.
Claro que en un país como Ecuador, como les contaba, las cosas no son tan así. Porque ahí si se da una identidad entre la forma de la subraza americana y la cultura y la lengua que tiene. Un shuar no es lo mismo que un cofán: hablan lenguas tan distintas como puede ser el sánscrito del castellano, aunque tal vez tengan un origen lejano común y tengan un aspecto físico qué pueda hacerlos parecidos al menos a nuestros ojos, que tendemos a verlos más parecidos de lo que son.
No sé qué más decirles mis amigos. Tengo el temor de que estas cosas puedan llevar a una visión racista, no tenemos por qué explicar lo peligroso que es todo esto. Se ha hablado de Estados Unidos. ¿Vamos a caer en el mismo extremo, que si uno tiene uno de los cuatro abuelos de ascendencia africana necesariamente es negro? ¡Es un absurdo!"

8.9.13

La prensa uruguaya y Vitette

Un periodista del suplemento Sábado Show del diario El País consultó mi opinión respecto a toda la atención mediática que ha tenido desde su llegada a Uruguay el exconvicto Luis Vitette. La pregunta incluía mi parecer sobre la entrevista exclusiva del expresidiario con el periodista Omar Gutiérrez.
Respondí lo siguiente:


arAntonio Ladra, Ignacio Álvarez, Leonardo Haberkorn y Gerardo Sotelo opinan sobre Luis Vitette.En Uruguay se justifica a los delincuentes. El otro día, ante el asesinato de un taximetrista, el Sindicato del Taxi dijo que el asesinato “no es otra cosa que la más pura consecuencia de décadas de descomposición del tejido social". Es decir, no hay culpa de los asesinos. Sí de las injusticias sociales. Mucha gente comparte esos razonamientos. Con ese panorama no me extrañó que decenas de periodistas fueran a recibir a Vitette al aeropuerto como si fuera una estrella de rock. Vitette ni siquiera puede ser presentado como esos ladrones de guante blanco cuyo talento impide que los atrapen. Él estuvo muchos años preso. El "robo del siglo" no fue su primer delito. Según escribió en Twitter el periodista Antonio Ladra, antes robó una estación de servicio en San José, donde mató al sereno. Le pasó cuatro veces por arriba con una camioneta. Luego escapó para Argentina en una salida transitoria de la cárcel. Lindo nene para ir a recibir al aeropuerto. La entrevista de Omar es un capítulo aparte. Presentó a este señor diciendo que lo conoce desde chiquito, que quería mucho a su padre. "Yo te quiero mucho", le dijo luego. La charla duró casi media hora, pero sobre lo que pasó en San José hubo pocas preguntas. La palabra asesinato no se dijo nunca. Homicidio, asesino, homicida, tampoco. "Eso es embromado", dijo Omar. "Murió alguien", agregó en otro momento, como si alguien hubiera tenido un infarto. Vitette eludió responder sobre ese crimen y el periodista no repreguntó. Solo al final Omar volvió sobre ese tema y le sugirió que fuera a hablar con la familia "del que mataste". Vitette dijo que hacer eso sería faltar el respeto (¿?) y también que no le da el coraje. Aclaró que sí le da el coraje para "acostarse con dos señoritas". Luego le preguntó a Omar: "¿Y si te digo que yo no fui"? Omar respondió: "Capaz que no fuiste".
Hace unos meses yo estuve en ese mismo sillón, junto a Luciano Álvarez. Omar nos entrevistó sobre Relato Oculto, el libro que hicimos sobre Víctor Hugo Morales. Omar comenzó el diálogo advirtiéndonos que Víctor Hugo es su amigo (como Vitette; Omar tiene muchos amigos). A partir de allí nos sometió a un interrogatorio cuasi policial, obsesionado con encontrar un motivo turbio que justificara nuestro libro, como si fuera delito contar cosas verdaderas y documentadas sobre la vida pública de un personaje público.
Lo que nos pasó a Luciano y a mí es una anécdota. La entrevista light a Vitette, un delincuente que alardea de la cantidad de idiotas que lo siguen en Twitter, me parece algo un poco más grave. Yo le diría a Omar que deje de hacer periodismo sobre sus amigos. Va a lograr ser más ecuánime.

Aquí se puede leer el artículo publicado en El País. También opinan los colegas Antonio Ladra, Ignacio Álvarez y Gerardo Sotelo.

5.8.13

Montevideo al rojo vivo o al verde perejil

Un niño de 11 años asesina a sangre fría a un repartidor de garrafas de gas de apenas 22 porque no quiere entregarle el dinero. Otro niño de 13 años es su cómplice. Un tiroteo a plena luz del día, en una zona de Pocitos llena de transeúntes, estudiantes y trabajadores: un policía muere, otro más. También uno de los ladrones.
En el noticiero escucho que repiten una estadística divulgada por el Ministerio del Interior: hay más rapiñas porque los ladrones están recaudando menos y entonces se ven obligados a asaltar más. Hace mucho frío para que sea 28 de diciembre.
Lo peor es que ya aterrizará, hoy o mañana, un nuevo enviado de la prensa internacional, pasará cinco o seis horas entre nosotros y luego nos explicará desde alguna tribuna famosa: Montevideo, Uruguay, el paraíso, "la vida depara aquí pocos sobresaltos".
Menos mal.

La vida depara pocos sobresaltos



2.3.13

Gloria y tormento


El mejor libro que leí sobre los negros uruguayos es Gloria y tormento, la novela de José Leandro Andrade, de Jorge Chagas.
No se trata solo de un buen libro sobre los negros, es un gran libro, simplemente, a secas.
Yambo Kenia lo usó para montar uno de sus espectáculos, lo que lo llevó a ganar un primer premio en el concurso de Carnaval. Ni siquiera le pidieron permiso a Chagas, no se tomaron siquiera la molestia de avisarle. Como si un texto así fuera algo que pudiera encontrarse tirado en la calle, a la vuelta de una esquina. Qué país el Uruguay.
Gloria y Tormento de todos modos tuvo su reconocimiento: en 2003 ganó el primer premio de Narrativa Inédita del Ministerio de Educación y Cultura, entre otros premios. Chagas, a su vez, tiene un merecido prestigio como periodista, escritor e investigador.
Hace poco volví a releer el estremecedor capítulo 13 de esta novela. Trata de un momento traumático para los negros uruguayos. José Leandro Andrade, la Maravilla Negra, acaba de volver al Uruguay con la medalla de oro de Colombes colgada en su pecho. Se ha consagrado como el mejor futbolista del mundo, Europa entera se ha rendido a su embrujo, y los negros uruguayos sienten que su triunfo es el suyo. Le preparan una recepción magnífica, una caravana de tambores, una cena de lujo con 400 invitados, un mantel especialmente bordado a mano para la ocasión. Pero Andrade falta a la cita. Está en Montevideo pero desprecia a sus hermanos.
Portada del libro Gloria y Tormento: la novela de José Leandro AndradeChagas es negro. Tuve el placer de trabajar con él en el semanario Aquí donde todos reíamos con sus desopilantes anécdotas y siempre lo llamábamos con cariño el Negro Chagas. En Gloria y tormento, que es novela pero está basada en un profunda investigación que llevó cinco años, Chagas habla de principio a fin sobre su gente. He vuelto a leer parte del libro en estos días. El autor emplea una y otra vez las palabras “negro” y “negra”, no encontré una sola vez la palabra “afrodescendiente”.
¿Podía ser de otra manera?
Hoy un 40% de los negros uruguayos vive en la pobreza. El viceministro de Educación y Cultura debería saber que si de verdad quiere ayudar a esta gente no tiene que montar una guerra contra el diccionario, sino trabajar para que los negros uruguayos puedan enviar a sus hijos a una escuela, a un liceo y a una universidad que funcionen. Los negros pobres no necesitan nada de la Real Academia. Necesitan sí un sistema educativo que logre enseñarles a escribir en español tan bien como Chagas. Necesitan ser capaces de leer un libro como Gloria y tormento y comprenderlo. Precisan aprender a investigar, a solucionar problemas. Necesitan hablar en inglés. Educación. Basta de limosna y marketing.

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9.9.12

Pi Hugarte y las boleadoras

Conocí a Renzo Pi Hugarte en 1998. Por ese entonces yo trabajaba en la revista Tres y me habían llamado la atención ciertas publicaciones recientes sobre los charrúas. Una de ellas era una serie de fascículos escritos por el periodista Rodolfo Porley y editados por el diario La República con auspicio oficial (el gobierno era del Partido Colorado). Luego estaba el libro El pueblo jaguar, del geógrafo Danilo Antón.
Según estas publicaciones, los charrúas habían sido una nación de cientos de miles de individuos organizados en forma democrática, respetuosos de los derechos de la mujer y cuidadosos del medio ambiente. Poseían  importantes saberes éticos, científicos y técnicos: conocían la agricultura y sabían mucho de música, medicina y matemática. Tenían un calendario. Eran constructores y habían levantado decenas de monumentos de piedra, incluyendo una catedral en Salto.
Estas aseveraciones habían provocado polvareda entre historiadores, arqueólogos y antropólogos porque hasta entonces lo que se sabía sobre los charrúas era que habían sido unos pocos miles, nómades, guerreros indómitos que vivían de la caza, que no conocían la agricultura, el metal ni la rueda. No sabían tejer, no tenían ciencia ni industria.
Decidí escribir sobre el tema. Leí libros sobre los indígenas, entrevisté a Porley y a  Antón, también a científicos destacados que habían estudiado el asunto.
La conclusión era clara. No existía pruebas científicas para sostener las afirmaciones de Porley y Antón. Su alucinada prédica, sin embargo, provocaba la simpatía de buena cantidad de gente deseosa de que los charrúas fueran lo que nunca habían sido.
Pi Hugarte y los charrúas
Pi Hugarte en 1998. Foto de Leo Barizzoni (revista Tres)
Fueron especialmente enfáticos y tajantes para desmentir aquella ola charrúa superstar quienes ya entonces eran los dos antropólogos más respetados del país, Daniel Vidart y Pi Hugarte. El final del artículo -que pude leerse aquí- fue una frase de Pi, una de esas que apenas te las dicen ya sabés que serán el título o el remate de tu nota. Yo le pregunté: "¿Qué queda de los charrúas en la cultura uruguaya de hoy?". Él lo pensó en silencio unos segundos y luego respondió con seguridad: "Salvo las boleadoras, que cada día se usan menos, nada".
El artículo provocó el rechazo de los fanáticos de la tribu, que se ensañaron con Vidart y con Pi. Varias veces, en posteriores encuentros, Pi me comentó cómo le reprochaban aquella sentencia de las boleadoras. Pero era la verdad, se reafirmaba siempre.

***

La última vez que vi a Pi Hugarte fue hace un año, en octubre, en la Facultad de Humanidades, durante un seminario sobre culturas indígenas.
El primer impacto me lo llevé al entrar a la sala donde se desarrollaban las conferencias. Era un aula común y corriente, no muy grande, totalmente repleta de gente. Bastaba verlos para comprender que aquel público era cien por ciento charruísta. Muchos habían ido vestidos de indios: unos llevaban coloridas prendas del Altiplano, otros vinchas en la frente, peinados con largas trenzas, camisetas estampadas con el rostro de caciques siux o pieles roja.
Pi, lo mismo que Vidart, habló sentado en una mesita frente a todo aquel auditorio. Todo lo que dijo era todo lo que aquella gente no quería oír. Explicó las cosas que la antropología sabe sobre los charrúas. Habló de su legado mínimo en nuestra actual cultura. Les dijo que no por vestirse de indios revivirían a la desaparecida tribu.
Lo escucharon en silencio, en general con respeto. Alguien levantó la mano para dejar sentada su discrepancia.
Toda la conferencia fue un acto de valentía y de honestidad intelectual. Salí reconfortado y triste al mismo tiempo, sabiendo que ya entonces Uruguay no tenía casi intelectuales capaces de hacer algo semejante.

***

Renzo Pi Hugarte falleció el martes 15 de agosto a los 78 años.
Su partida constituye una pérdida irreperable en un país donde el debate de ideas ha cedido su lugar al marketing y la propaganda, un Uruguay en el cual la inmensa mayoría de los políticos decide cada mínimo gesto mirando las encuestas y los intelectuales solo saben nadar a favor de la corriente.
Nos harían falta muchos como Pi y no los tenemos.
Lo vamos a extrañar, maestro.

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8.12.11

Nuestro problema con el delito

Ya nadie discute que Uruguay tiene un problema de seguridad. Lo que se discute ahora son las razones, las responsabilidades y el eventual modo de salir de esta locura que cada día nos depara una noticia peor que la otra.
Como ocurre con todo problema complejo, en la crisis de la seguridad pública las causas son múltiples y variadas. El calamitoso estado de las cárceles, la decadencia de la Policía, la corrupción tolerada y escandalosa en el INAU sin duda son algunas de ellas. Son problemas que décadas y décadas de desidia política han agravado hasta los límites intolerables del presente.
Pero sin desmerecer la influencia de estos y otros fenómenos, existe otro ingrediente que juega un rol muy importante en la crisis de la seguridad y del cual no se habla. Es una causa obvia y oculta a la vez: ocurre que un número muy grande de uruguayos, un porcentaje mayor al que nadie está dispuesto a admitir, no siente que el robar sea algo necesariamente condenable. Dicho en otras palabras: muchos, demasiados, uruguayos no condenan el delito. Ser delincuente no está necesariamente mal visto en Uruguay.
Las razones por las cuales esto es así tiendo a creer que son complejas. Por un lado, algo de eso hay en nuestro ADN histórico. Fuimos tierra de conquistadores que llegaron con la ilusión de llevarse mucho y construir poco. En nuestra historia, además, hay mucho bandolerismo maquillado, oculto, incluso glorificado. Los malones charrúas, el gauchaje que vivía de lo que podía tomar aquí y allá, los abusos de las tropas de Artigas cuidadosamente borrados de los libros de texto, los paisanos que en Rocha prendían fogatas en la costa para engañar a los barcos, hacerlos encallar y robar las pertenencias de los náufragos. Sin olvidar las “expropiaciones”, eufemismo con el cual el MLN llamó y llama a los asaltos con los que financió su fallida revolución.
La idea central implícita que justifica todos estos abusos es que los pobres, los desamparados, tienen derecho a robar. Es un discurso histórico que sigue vivo porque lejos de combatírselo se lo ha alimentado y reforzado. Durante décadas ciertos grupos políticos han insistido en la idea de que la pobreza justifica el delito. A lo largo de muchos años desde el regreso de la democracia, mientras la vida en  el Uruguay iba poco a poco perdiendo su histórica calma, se insistía con el mismo argumento: ¡cómo no va a aumentar el delito si cada vez hay más pobres! El vicepresidente Danilo Astori admitió en una reciente entrevista que el Frente Amplio propaló durante mucho tiempo esa idea “equivocada”.
Lo cierto es que el efecto de ese discurso ha impregnado la mente y el corazón de los uruguayos: el delito no se condena porque lo cometen los pobres desgraciados que nada tienen. Así se piensa.
Por supuesto, el argumento era falso en 1985, en 1995, en 2005 y lo es hoy también como –más vale tarde que nunca- Astori acaba de reconocer. Si fuera así, en  países como Haití, Nepal y Burkina Faso todos serían ladrones. Sin embargo, en Uruguay esta manera de pensar prendió con tanta fuerza que algunos recién se desayunan ahora de su falsedad. ¿Cómo es posible que la pobreza haya caído notoriamente y los delitos sigan subiendo?  ¿Cómo puede ser que Uruguay tenga el menor índice de desempleo en muchas décadas y día por medio maten a un comerciante, un vigilante, un policía o un taxista en un asalto? El ministro Bonomi, que como buen tupamaro ayudó militantemente en estos últimos años a instalar la idea de que la pobreza justificaba el delito, ahora ensaya triples saltos mortales en un intento imposible de conciliar su viejo discurso con la actual realidad: la gente -ha dicho- antes robaba para comer, y ahora para tener championes.
Mirá vos. Qué lindo que es ser tupamaro para encontrarle siempre una explicación sencilla a todas las cosas.
Pero el problema no es Bonomi. El problema es que la gente no le sigue el paso a Bonomi. La mayoría continúa pensando que el delito no es algo condenable. Que ser pobre lo justifica. Es la reedición de la lucha de clases en su versión más decadente y resentida: pobres planchas contra ricos chetos, con música de los Wachiturros de fondo. Por eso hubo tantos uruguayos que gozaron (sí, gozaron) al enterarse que un padre de Carrasco había matado a su hija creyendo estar disparando contra un ladrón. Es triste y es penoso, pero es así.
Este “estado del alma” del país nos trae varios problemas. Por un lado, muchos uruguayos sienten que no hay nada de malo en incursionar en el delito, las pruebas están a la vista.
Otros no salen a robar con revólver, pero se llevan todo lo que pueden de su lugar de trabajo. Hace unos meses vimos a un sindicato importante del PIT-CNT ir al paro en defensa de uno de sus trabajadores que había sido filmado robando. Pocas semanas atrás dos jueces de Maldonado fallaron en favor de dos trabajadores que habían sido despedidos del hotel Conrad, uno por llevarse a su casa alimentos de la cocina del establecimiento; el otro por quedarse con una pertenencia de un huésped. Dos casos que para el diccionario entran en la categoría de robo. Pero que para la Justicia uruguaya ni siquiera configuraron una notoria mala conducta.
De los bienes públicos que están en la calle, ni hablemos. Tenemos el récord mundial de robo de cables. Se llevan las canillas, las tapas de OSE, la arena de las playas, las plantas de los canteros, las letras de bronce de los monumentos, las placas de los cementerios.
Otros no roban directamente, pero como el delito no les parece algo condenable, para ellos no es un ningún problema comprar cosas robadas. Nadie ve al celular ajeno como un objeto de horror. Nadie ve miedo, pánico, sangre, muerte en un plasma que llegó al mercado a través de un asalto. No. Es tan solo una oportunidad, una oferta, la posibilidad de sumarme yo mismo a la cadena de viveza criolla. Si todos roban, los políticos son corruptos, los ricos son explotadores, ¿por qué yo, que soy más pobre que ellos, no voy a tomar mi pequeña tajada? Ni que decir que un razonamiento similar utilizan muchos para justificar sus evasiones impositivas.
Así funciona el círculo infernal en el que estamos metidos.
Si el delito no está mal visto, quizás eso explique por qué existe tan poca preocupación por sus víctimas. La Policía muchas veces arroja sospechas sobre los asaltados, los muertos, los desaparecidos de la democracia, como Nadia Cachés, de la que nadie habla y ningún equipo busca: gente imprudente que andaba con dinero, o con un reloj caro, o con vidrios polarizados, o en bicicleta como Nadia, o con armas, o sin armas, que quiso defenderse, o que no tomó lecciones de cómo enfrentar a un delincuente justiciero. La prensa cada vez más  reproduce cualquier cosa que le dice la Policía sin ponerse un segundo en la piel de la víctima o de su familia.
La sociedad uruguaya defiende a las víctimas de la dictadura, de la violencia doméstica, incluso a los animales maltratados, porque la dictadura, la violencia doméstica y el maltrato animal están mal vistos, por suerte. Pero al mozo de Los Francesitos que quedó casi parapléjico porque un delincuente le pegó un balazo con una bala preparada para hacer más daño, a él, como a cientos de víctimas de los delitos de cada jornada, a ellos no los defiende nadie. Nadie.
Y no los defiende nadie porque el delito común no está mal visto por una enorme cantidad de uruguayos. Esa es la verdad. Ése es nuestro terrible ADN. Esa es nuestra desgracia, la prueba de nuestra brutalidad, de nuestro atraso.
Podrán cambiar mil veces los ministros. Pero hasta que eso no cambie, no cambiará nada.


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1.10.10

El aeropuerto ya tiene el nombre de un valiente

Cesáreo Berisso, pionero de la aviación, aeropuerto de Carrasco
Algunos quieren que se llame Carlos Gardel. Otros Mario Benedetti. Otros Wilson. Todos pretenden cambiarle el nombre al aeropuerto de Carrasco, que se llama Cesáreo Berisso.
La más entusiasta es la opción Benedetti. Incluso hay un proyecto en el Parlamento para que el aeropuerto lleve el nombre del best seller. Lo presentó la diputada oficialista Daniela Payssé y cuenta con el apoyo de muchos legisladores del Frente Amplio: “(Benedetti) fue una especie de embajador de Uruguay en el mundo, difusor de nuestra literatura. Le escribió al amor, al exilio, a la patria, al dolor y la solidaridad", dijo Payssé a la agencia Reuters. Miles de personas apoyan la iniciativa en un grupo creado con ese fin en Facebook.
Sin entrar a considerar los merecimientos de Gardel, Wilson y Benedetti, llama la atención la ligereza con la que todos parecen olvidar que el aeropuerto ya tiene nombre.
Quizás no sea para extrañarse: si los legisladores votaron la ley que liberó de toda culpa a los Peirano sin tener la menor idea de lo que estaban haciendo, qué se puede esperar del debate acerca del nombre de un aeropuerto.
Cesáreo Berisso fue un pionero. Sin embargo, las crónicas que hablan de esta noticia a veces ni siquiera lo nombran. En otros casos, apenas se lo define como “el primer hombre que sobrevoló el Uruguay”. No queda claro si es por ignorancia o para allanar el aterrizaje de Súper Mario en la pista de Carrasco.
Decir que Berisso fue “el primero en sobrevolar el Uruguay” no es falso, pero es injusto porque deja de lado los hechos principales.
El famoso primer vuelo sobre el Uruguay, Berisso lo realizó el 22 de junio de 1913, desde Los Cerrillos a la playa Malvín, a bordo de un biplano que más parecía “una gran cometa de tela y madera cruzada por todos lados con alambres, arriostramientos, cuerdas y palancas”, según lo describe Juan Maruri en el libro 75 aniversario de la Fuerza Aérea Uruguaya. Estuvo una hora y 15 minutos en el aire, a bordo de aquella cometa.
En 1916 ganó un raid entre Buenos Aires y Mendoza piloteando un avioncito que hoy se exhibe en la nueva terminal del aeropuerto. Vale la pena detenerse cinco minutos frente a aquella nave para captar en toda su dimensión la valentía de Berisso y la de todos los pioneros que, en diversos lugares del mundo, forjaron el nacimiento de la aviación.
Pero, aún siendo mucho, esa tampoco fue su principal hazaña.
Cuenta Maruri que Berisso, que formó a una generación entera de nuevos pilotos, tenía una “fantástica capacidad de hacer”, un entusiasmo inagotable y una salud que lo ayudaba en cada desafío que decidía enfrentar.
En 1929 se impuso unir en un vuelo Montevideo y Nueva York. “Hubiera sido una empresa loca y absurda para cualquiera que no fuera Berisso”, dice Maruri. Para llevar a cabo esa quimera, Berisso diseñó un avión y lo construyó enteramente en Uruguay. Todas las piezas, salvo el motor, fueron diseñadas por Berisso y fabricadas en el país. Al terminar la tarea bautizó al avión “Montevideo”. Cuando se subió para partir rumbo a Nueva York marcó un nuevo hito histórico: fue la primera vez en toda América Latina que alguien se atrevió a iniciar un gran raid aéreo a bordo de un avión de fabricación artesanal.
El Montevideo despegó y voló como cualquier avión europeo o norteamericano. Fue atravesando fronteras y, cuando volaban sobre Colombia y se había cumplido medio viaje, el motor falló. Berisso debió realizar un aterrizaje de emergencia en la selva. Uno de los tripulantes se partió el fémur y todos los demás resultaron ilesos. El Montevideo se incendió.
De regreso a Uruguay, Berisso no se rindió y fabricó otros dos aviones uruguayos con el mismo modelo que había volado hasta Colombia: el Montevideo 1 y el Montevideo 2. Nunca más nadie repitió la hazaña de inventar, diseñar y fabricar un avión en Uruguay y tripularlo hasta Colombia. Y eso fue en 1929.
Supongo que es suficiente, aunque queda todavía una historia más. En 1935 cuando se celebraron los 400 años de Lima, Berisso se subió a bordo de una pequeña nave de los años 20 y tras atravesar la cordillera de los Andes llegó a Lima y la bombardeó con millones de volantes que llevaban una poesía dedicada al Perú. Luego volvió a sortear la cordillera y regresó sano y salvo al Uruguay.
Seguro que Gardel, Wilson y Benedetti tienen sus méritos. Pero Berisso representa como pocos a un Uruguay que no era un “paisito”. Berisso encarna a un país que se pensaba grande y se atrevía a diseñar, fabricar y volar sus propios aviones, a lanzarse a conquistar Nueva York, la cordillera o lo que fuera, sin miedo a los aterrizajes de emergencia.
No sé si ese Uruguay llegó a existir, pero lo que sé es que Berisso no se detuvo a pensarlo, ni a quejarse.
Hoy no contamos con muchos ejemplos de aquel coraje.
No creo que sea buena idea borrar lo poco que va quedando.

Publicado en la edición de noviembre de 2010 de la revista Freeway.
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13.5.10

La indignidad de los alcaldes

Ahora tenemos alcaldes. Vamos comprando todas y cada una de las ofertas de la corrección política que nos vende el mundo desarrollado. Tenemos una campaña para erradicar las bolsas de nylon alentada por la embajada del Reino Unido. Tuvimos una campaña para que se acepten los besos homosexuales promovida por la embajada de Holanda. Ahora compramos del mundo rico el sistema de alcaldes: una vía para descentralizar el poder y transferirle niveles de decisión a la gente. ¿Quién puede estar en contra de cosas tan buenas?
Son lo que se llaman “derechos de tercera generación”. Los países ricos, los europeos como ejemplo más claro, una vez que solucionaron todos los derechos de primera generación de su gente (derecho a la vida, a la movilidad y a libertad de expresión, por ejemplo) y los de segunda (derecho a la salud, a la educación y al trabajo), se enfrascaron en conseguir mejoras a un nivel más elevado: cuidado del medio ambiente, derechos del consumidor, entre otros.
Uruguay no se queda atrás: combate las bolsas de nylon como Inglaterra, se preocupa porque los gays puedan besarse en la tele como en Holanda y tiene alcaldes como España. Un país de primera.
Solo hay un pequeño problema: Uruguay no es como el Reino Unido, ni como Holanda, ni siquiera como España.
Uruguay, a diferencia de esos países, no tiene solucionados los derechos de primera y segunda generación de su gente. Con mucha buena voluntad podríamos decir que hemos aprobado con regular solo la primera tanda. En cuanto a los derechos a la salud, a la educación y a un trabajo digno estamos todavía muy lejos. Y en algunas áreas -como la educación- estamos cada día más lejos.
Un 15% de los trabajadores gana menos del irrisorio salario mínimo nacional de 4.799 pesos. Más del 40% gana menos de dos salarios mínimos, una cifra de pasar hambre. Somos un país entero de pobres: un 70% de los trabajadores uruguayos ganaba en 2008 menos de 11.000 pesos, un salario que apenas permite la subsistencia: de ir al cine, comprarse un libro o tomarse vacaciones ni hablamos.
Más del 38% de los niños uruguayos son pobres. El 70% de los niños pobres no completa la escuela. Solo el 14% llega a terminar el liceo. Más del 13% de los niños menores de 2 años presenta retraso en su crecimiento producto de su desnutrición. El ingreso de los hogares más ricos es 16 veces mayor que el de los hogares más pobres. El 40% de los trabajadores están subempleados o laboran en condiciones precarias, en negro, en la calle o sin protección social. El 37% del PBI se origina en el trabajo informal. El gobierno de Tabaré Vázquez agitó con orgullo las estadísticas, de retocada metodología, que decían que “solo” existía un 20,5% de pobreza en Uruguay a fines de 2008, cuando la cifra era de 31,9% cuatro años atrás. Lo que nunca se dice en la prensa es que en 2009 aquellos que ganaban más que 5.724 pesos en Montevideo y más que 3.582 pesos en el interior ya no eran considerados pobres. El que gana 3.583 pesos en cualquier lugar del mundo es un zaparrastroso. ¡Pero en Paysandú o Tacuarembó ya cumplió su sueño de llegar a la clase media!
Bienvenidos a Uruguay. Tenemos una Gestapo del tránsito que pone multas a discreción (“la ley somos nosotros”) pero permite que miles de autos circulen lanzando negras nubes de humo cancerígeno. Por eso, entre otros motivos, somos uno de los países con más cáncer en todo el mundo. Nuestros niños hacen doce años de enseñanza pública y egresan sin saber inglés. Ni siquiera pueden escribir en castellano. Hay institutos de enseñanza pública donde la inasistencia de los docentes supera el 30%. Un 25% de los jóvenes y adolescentes no estudia ni trabaja. La violencia contra mujeres y niños es un problema acuciante. En lo que va de 2010, una mujer o niña es muerta cada seis días en un episodio de violencia doméstica.
Estos son los datos del Uruguay hoy. No es un país de primera, no. Tampoco de segunda o de tercera. Es un país de cuarta, pero con alcaldes.
El problema es que los alcaldes no son como las bolsas de nylon. Porque, al menos en la teoría, nada impide luchar contra todas las miserias de nuestro atraso y al mismo tiempo contra el exceso de nylon.
Pero el caso de los alcaldes es distinto. Los alcaldes cuestan mucho dinero, absorben recursos que son imprescindibles para atacar problemas más urgentes y más graves. Un informe de El País señaló que cada alcalde cobrará un sueldo variable: 20.000 pesos en Durazno, 60.000 en Rocha y hasta 80.000 en Montevideo. Y en total son 89. Con un promedio de 40.000 pesos, la cuenta asusta: 2,3 millones de dólares al año solo en salarios para los alcaldes, gastos no incluidos.
Se argumenta que la decisión de crear esta enorme masa de nuevos cargos políticos de privilegio responde a un interés por descentralizar. Quizás ese beneficio pueda verse en el interior, pero no se comprende la necesidad de crear ocho alcaldías dentro de la ciudad de Montevideo. ¡Como si la infame burocracia capitalina necesitara todavía más!
Lo que es seguro es que las alcaldías son un nuevo botín para que nuestros políticos practiquen sus viejos vicios de repartir cargos y prebendas, prácticas en las cuales los partidos tradicionales hicieron escuela y a las que el Frente Amplio se acostumbró en tiempo récord. Pronto habrá viáticos, gastos de representación y autos oficiales para los alcaldes. Habrá secretarias, becarios, choferes y taquígrafos de alcaldes. Los becarios serán luego regularizados. Se designarán alcaldes suplentes. Se creará una Adeom de las alcaldías. Nuestros alcaldes viajarán a las reuniones de la Unasur de los alcaldes. Los impuestos más caros del mundo siempre se pueden subir un poco más.
Las alcaldías y los suculentos sueldos de los alcaldes servirán también para apuntalar la financiación espuria de la política. La sociedad destina cierta cantidad de dinero para pagarle a sus ministros, legisladores, intendentes y otros funcionarios políticos. Vale la pena: con un buen sueldo un funcionario puede trabajar tranquilo, puede formarse, puede estudiar los problemas con los que debe lidiar y mantenerse lejos de las tentaciones. Pero eso no ocurre así, porque solo una pequeña parte de ese dinero va finalmente para ellos. Los partidos políticos se quedan con una tajada enorme de los sueldos que la sociedad paga a sus funcionarios. El MPP, por ejemplo, permite que sus cargos políticos se queden con un máximo de 37.000 pesos de sueldo. El resto del dinero se los embolsa como botín de guerra el sector político. El Partido Comunista tiene una mayor voracidad: solo le deja 16.500 pesos al político o funcionario. El resto marcha a las arcas del PCU, ahora que ya no llegan las remesas de Moscú. ¡Cómo no les va a interesar seguir creando cargos políticos!
Tan escandaloso es este asunto de los alcaldes –que además es inconstitucional- que la gente ya dio un veredicto categórico. Una abrumadora mayoría del 60%, nunca antes vista en la historia política uruguaya, no votó a ningún alcalde en Montevideo: la gente votó en blanco o anuló su voto, de pura bronca.
Si fuera democracia, democracia de verdad, no habría nada más que discutir. No habría alcaldes en Montevideo.
Si hubiera dignidad, los alcaldes electos no aceptarían asumir sus cargos, luego de la humillación de ser votados por nadie.
Pero ya se sabe. Nuestra democracia está fría como una heladera. Y encontrar un poco de dignidad en estos días es difícil. Más fácil es dedicarse a juntar bolsas de nylon.

Artículo de Leonardo Haberkorn
el.informante.blog@gmail.com

16.3.10

La isla de la hipocresía

Almodóvar, Ana Belén y Víctor Manuel han firmado un manifiesto que exige al gobierno de Cuba que libere a todos sus presos políticos. La carta, que está disponible en internet, ya ha sido firmada por más de 33.400 personas y por varias celebridades como Mario Vargas Llosa, Fernando Savater y Antonio Muñoz Molina.
Sin embargo las firmas de Almodóvar, Ana Belén y Víctor Manuel tienen un significado especial porque los tres artistas españoles son personas identificadas con las ideas progresistas y de izquierda. No debería sorprender: es imposible ser progresista y apoyar a una dictadura cruel que encarcela y lleva a la muerte a quienes piensan distinto.
En 2003, entrevistado en radio Caracol de Colombia, ni más ni menos que Pablo Milanés dijo:
“En Cuba hay errores que tenemos derecho a criticar (...) pero cuando uno lo hace se siente solitario. Hay miedo y tensión y es absurdo, porque no se puede seguir siendo revolucionario y teniendo ideas estalinistas de presiones sobre el pensamiento y la libertad".
"A Fidel le critico la falta de libertad de expresión porque hay tantas cosas bonitas aseguradas por la revolución que, cuando ves que es capaz de encarcelar a un agente durante 20 años porque habló dos o tres mierdas, no lo concibes".
Estalinismo. Miedo. Veinte años de cárcel por hablar. No lo digo yo. Lo dijo uno de los máximos íconos de la Revolución Cubana.
Pero parece que las noticias tardan en llegar a América del Sur.
De visita en Cuba, Lula eligió honrar a la dictadura y burlarse de sus presos políticos. Los comparó con los delincuentes comunes que protestan en las cárceles de San Pablo. La reciente muerte en prisión del preso político Orlando Zapata -tras 85 días de huelga de hambre- no logró matizar su hipocresía y su ignorancia.
El brillante periodista brasileño Elio Gaspari recordó esta semana en O Globo un incidente que retrata hasta qué punto llega la hipocresía de Lula, siempre citado como ejemplo en Uruguay:
En 1998 unos peligrosos delincuentes brasileños que habían secuestrado al empresario Abilio Diniz comenzaron una huelga de hambre en la prisión. Lula, entonces en la oposición, llamó por teléfono al presidente Fernando Henrique Cardoso e intercedió por los secuestradores: “Olha, Fernando, você vai levar para a tua biografia a morte desses caras".
En cambio, Lula pasó por La Habana de banquete en banquete sin realizar el más mínimo gesto de apoyo al periodista cubano y preso de conciencia de la dictadura, Guillermo Fariñas, que hoy sigue en huelga de hambre.
Tras Lula, los que se burlaron de los presos políticos fueron los presidentes de Bolivia y Uruguay, Evo Morales y José Mujica.
Evo, haciéndose eco de la campaña de difamación del gobierno cubano, dijo que Zapata era un “delincuente”. Mujica planteó el asunto como una confabulación del mundo rico contra un país pequeño y pobre. “El mundo rico siempre se arroga el derecho de imponer y juzgar a los demás y no acepta la más mínima responsabilidad y juicio en sus propias filas”.
“Sería bueno –agregó- que el mundo rico se diera cuenta que estamos en una humanidad distinta, diversa, contradictoria, con culturas distintas y que todos debemos ser respetados, pero tal vez nos falta mucho todavía”.
Evo no dijo la verdad. Zapata no era un delincuente. No estaba en la cárcel por robar o matar. Fue detenido en 2003 y condenado a tres años de prisión por “desacato”, “desórdenes públicos” y “resistencia”. Luego se lo sometió a cargos de “desobediencia” y “desórdenes en establecimientos penitenciarios”. Por esos “delitos” –todos típicos cargos de una dictadura- Zapata cumplía una pena de ¡36 años de prisión! Son muchos más años de cárcel que los que recibe un asesino múltiple en Uruguay.
Amnistía Internacional dijo: “El hecho de que Orlando Zapata Tamayo, al verse ante una pena de prisión tan prolongada, sintiera que el único camino que le quedaba era matarse de hambre como protesta constituye una denuncia terrible de la constante represión que sufren los disidentes políticos en Cuba”.
Mujica tampoco dijo la verdad. Las protestas por la libertad de todos los presos políticos en Cuba no forman parte en modo alguno de una batalla entre pobres y ricos. Lo más triste de todo es que Mujica lo sabe.
Zapata Tamayo era un humilde plomero y albañil negro, pobre de toda pobreza. Las fotos de su velorio en una modestísima vivienda conmueven a todo aquel que no tenga ciegos los ojos y el corazón. La oposición cubana, por lo demás, se debate en una lucha muy desigual contra el todopoderoso gobierno de la isla. He visto a la blogger Yoani Sánchez pedir a través de su twitter que alguien en algún lugar del mundo pague una carga para el celular de algún periodista independiente, para que pueda seguir informando. Si alguien tiene dinero en Cuba para agasajar a los presidentes e intelectuales amigos, esos son los dueños del circo y no los desgraciados opositores.
Mujica sabe también que los reclamos por la libertad de los presos políticos cubanos no solo vienen de Europa o de Estados Unidos. Somos miles lo que lo reclamamos desde el mundo pobre. Y eso desde 2003 incluye al propio Pablo Milanés, aunque Lula, Evo y Pepe miren para otro lado. Además, ¿desde cuándo pedir por la libertad los presos políticos es un asunto de ricos o de pobres, de blancos o de negros? ¿Cuando Amnistía Internacional pedía durante la dictadura por los presos políticos en Uruguay estaba mal? ¿Cuando también en la dictadura el rey de España abogó por los rehenes tupamaros estaba mal? Nunca pensé que el propio Mujica pudiera tener estas confusiones.
La carta pidiendo por la libertad de los presos políticos en Cuba se puede firmar en http://orlandozapatatamayo.blogspot.com/p/carta.html
Como Almodóvar, Ana Belén y Víctor Manuel, yo firmé.
Claro, también se puede no firmar. Nadie va a meter 36 años preso a los que no firmen. Eso sí: después, por favor, no me vengan a hablar de derechos humanos, izquierda, progresismo y democracia.
Se puede estar en contra de todas las dictaduras, o se puede estar solo en contra de algunas.
Se puede estar siempre en contra de que haya presos políticos, o se puede estar en contra solo a veces.
Es triste y da vergüenza ver la opción elegida por Lula, Evo y Mujica.


el.informante.blog@gmail.com
Respecto a la firma de Almodóvar, Ana Belén y Víctor Manuel: http://www.elmundo.es/elmundo/2010/03/16/cultura/1268728401.html
Artículo de Elio Gaspari sobre Lula:
http://www.gabeira.com.br/noticias/temas/politica-externa/1979-farinas-qdeclaracoes-de-lula-foram-hipocritasq

10.11.07

No soy gorilo, soy periodisto y progresisto

En tiempos tan progresistas como los que corren, el idioma debe cambiar y hacerse políticamente correcto. Por eso a los ciegos no se los llama ciegos sino “no videntes”, a las prostitutas se las denomina “trabajadoras sexuales”, los niños que viven en la calle son niños en “situación de calle” y no hay gente con retardo sino con “capacidades diferentes”. Ya no se sufre de estreñimiento sino de "tránsito lento". El cambio de denominación no hace mejor las cosas, pero se supone que quedan más prolijas. Se puede decir “tuberculoso” pero nunca jamás “sidoso”: hay que decir “seropositivo”. El mundo es así: unos trabajan para conseguir la vacuna y la cura del sida, otros corrigen el idioma.
El último grito idiomático de lo políticamente correcto, impulsado por grupos y organizaciones feministas, es el de rechazar los genéricos masculinos.
Este movimiento comenzó hace algunos años. Uno de sus primeros logros fue conseguir que la palabra “edil”, que se usaba en forma indistinta como sustantivo femenino y masculino (la edil Mengana o el edil Fulano), dejara de emplearse como genérico para mujeres y hombres. Ahora, en el caso de una mujer, hay que decir “la edila”. Es una conquista fundamental en la lucha por la igualdad de géneros. La palabra “edil”, bajo su apariencia de igualdad sexual, representaba todo el machismo idiomático subyacente en nuestra cultura. Quizás lo justo sería dar un paso más y eliminarla del todo. Borrarla de la faz de la Tierra. Si el curul es mujer, que sea la edila. Y si el curul es hombre, que sea el edilo.
Ahora que lo pienso: también hay que eliminar la palabra “curul”: deberían ser el curulo y la curula. El curulo Pirulo y la curula Pirula.
Un hito histórico en la lucha por abolir los genéricos masculinos ocurrió en 2006, cuando un varias organizaciones de mujeres se manifestaron contra el nuevo eslogan de la Intendencia de Montevideo: “Montevideo de todos”.
Estos grupos, verdadera vanguardia del Progresismo Idiomático, realizaron una “intervención pública urbana” que consistió en modificar varios carteles de la Intendencia y, con pegotines, cambiar el eslogan sexista “Montevideo de todos” por el nuevo “Montevideo de todas”.
¡Bien hecho! Prioridades son prioridades.
Estos grupos militantes del Progresismo Idiomático remitieron una carta al intendente Ricardo Ehrlich, reproducida en La Diaria. La misiva decía en un pasaje: “En las palabras ‘Montevideo de todos’, las mujeres montevideanas nos sentimos excluidas”.
La carta fue respondida por el director de prensa del municipio Gonzalo Eyherabide quien, citando a la Real Academia Española, argumentó que es “técnicamente correcto” representar con “el masculino, lo femenino y masculino a la vez”.
Hago votos desde aquí para que Eyherabide nunca llegue a ser edilo o curulo, porque no lo merece. Es difícil comprender cómo un funcionario progresisto puede esgrimir argumentos tan vetustos y retrógrados.
Los dichos de Eyherabide fueron respondidos por Lucy Garrido, de la organización Cotidiano Mujer: “Estamos en contra de ese genérico al que hace mención el director de Prensa de la IMM y por el cual invoca a la Real Academia Española”. ¡Bien dicha, Lucy!
Lamentablemente, en forma simultánea, la Comisión de Mujeres del Centro Comunal Zonal 12 propuso que el eslogan municipal fuera cambiado a “Montevideo Nuestra”.
Creo que es un razonamiento tristo y una idea trista: el machismo idiomático se ha infiltrado en los grupos feministas. Por eso abogan por consignas tibias y no se atreven a luchar por cambios revolucionarios de verdad. El eslogan de la capital progresista de un país progresisto debería ser “Montevidea nuestra”. Porque, ¿por qué Montevideo se llama así y no Montevidea? Aunque el origen cierto del nombro de nuestra ciudad se desconoce, es evidente que fue un cretino machisto el que eligió un nombro terminado con “o”. Hay que cambiarlo por una “a”. Ya no se soporta más al sexisto de El Sabalero cantando “qué será Montevideo, tan querido y tan lejano”. Ni que hablar del “Montevideo, qué lindo te veo”, ese himno machisto que entonan todos los hombres sexistos cuando se emborrachan en las tabernas.
Pero aún con la oposición de mentes retrógradas como la del intendente Ehrlich, la de Eyherabide y la del Sabalero, la destrucción del sexismo idiomático avanza.
Antes, qué horror, si uno decía “los niños” se refería a todos los niños, cualquiera fuera su sexo. Por eso en el Día del Niño también las niñas recibían sus regalos. Ahora, gracias a la lucha idiomática encabezada por las ONGs feministas, esas convenciones asquerosamente machistas han comenzado a caer. Hoy ya no se dice “los niños” sino “los niños y las niñas”. ¡Qué las niñas devuelvan todos los regalos que recibieron en un día que no era el de ellas!
Este cambio idiomático revolucionario, que seguramente provocará enormes beneficios a la infancia uruguaya, día a día cobra más vigor. Cada vez es más frecuente encontrar en la prensa artículos donde el genérico “niños” es sustituido por “los niños y las niñas”. Esta Verdadera Revolución de la Lengua acaba de ser adoptada por el mismísimo Parlamento nacional. El Senado votó días atrás una ley que prohibe el castigo físico a “niños, niñas o adolescentes”.
Uruguay avanza y avanzo.
El lunes 29, La Diaria publicó un librillo de la organización Mujer y Salud en Uruguay. El folleto es el desideratum en cuanto a la tan esperada abolición de los genéricos masculinos.
Ya desde el título, se elimina “paternidad”, uno de los genéricos masculinos más asquerosos. Dice: “Significados sobre maternidad y paternidad en adolescentes”. Y, si uno y una siguen leyendo, se dan cuenta de que ya no está bien decir: “los adolescentes”. Ahora hay que decir: “los y las adolescentes” o “mujeres y varones adolescentes”. Tampoco se puede usar más el genérico “educadores”. Ahora es: “educadores/as”.
Lo que antes de la Revolución Idiomática Progresista se podía tilular: “Significado de la paternidad”, ahora debe ser: “Significado de la paternidad y maternidad de los niños, las niñas, los y las adolescentes”.
Estos cambios son necesarios, justos, genialos e imprescindiblos: me doy cuenta porque no soy ningún gorilo. Sepan desde ya, queridas compañeras, que como periodisto progresisto siempre contarán con mi apoyo.
La abolición del sexismo machisto en el idioma de las mujeres y el idiomo de los hombres, los niños y las niñas, los y las adolescentes, adolescentes varones y mujeres, los padres y las madres, los educadores/as, los trabajadores sexualos y las trabajadoras sexualas, edilos, edilas, curules, curulos, es una causa y un causo que apoyo con el más fervoroso de los aplausos.
Tiene solo dos pequeñas contras. La primera es que al escribir se gasta más papel. No importa: cuánto más papel se gaste, más plantas de celulosa se instalarán y nuestras autoridadas y nuestros autoridados ya nos han garantizado que el agua de los ríos y de las rías mejora con cada nueva planta que se instala. La segunda contra es que, al escribir y al hablar, ahora se pierde un poco más de tiempo. Pero eso tampoco importa. En Uruguay lo que nos sobra es tiempo.

Publicado por Leonardo Haberkorn en el diario Plan B, viernes 2 de noviembre de 2007.
Prohibida su reproducción sin autorización del autor.
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